MADRID.- Nunca morirá de pena. Renunció al fracaso. Hoy, a los 37 años, ejerce de empresario exitoso y de atleta en su última estación. Su teléfono casi siempre está en hora punta. Pero quizá esa sea la parte más emotiva de esta historia en la que Juan Carlos Higuero Maté (Aranda de Duero, 1978) es capaz de enfrentarse al paso de los años. El invierno no impide nada. Ha vuelto a entrenar después de dos temporadas parado y se ha llenado de motivos.
Por eso defiende sus esperanzas de ir este verano a los JJOO de Río de Janeiro, los cuartos de su vida, 16 años después de Sidney cuando anunció, entonces con el pelo teñido de amarillo, que él sería el heredero de El Gerrouj. Una chulería que, sin embargo, nunca resultó antipática. Venía de un muchacho “que entonces se mosqueaba con facilidad” y que hoy maneja la cuenta de resultados de una joven empresa, que crea carreras. “Soy un reflejo de todo lo que aprendí en el atletismo”, explica.
Ha sido usted un loco. ¿Qué queda de ese viejo loco?
Más que un loco, creo que he sido un tipo social, afable. Nunca fui de otra forma y sí es verdad que rompo con la manera de ser del castellano, normalmente gente seria, y de repente aparezco yo.
¿Venció esa batalla consigo mismo?
En mi vida siempre habrá batalla, no concibo otra cosa; la necesito para vivir y para correr, en el 1.500 prefería pasar el 1.000 en 2’19” en vez de 2`23”, porque me entusiasma lo frenético, me gusta ver hasta donde puedo llegar o recordar que en la dificultad es donde se ganan las batallas, en lo fácil no se gana nada.
Fue un atleta casi universal, a 28 centésimas de la medalla olímpica en Pekín. ¿Aquello fue otra batalla ganada?
Nada más que llegué al vestuario, pegué una patada a la botella de agua de la que todavía me acuerdo. Fue una patada rabiosa, porque aquella carrera fue terrorífica. Todavía no entiendo como a falta de 300 metros no pinchó nadie. Pero hoy, que han pasado tantos años, me siento un vencedor moral. Aquel año fue el mejor. Hice los mejores entrenamientos de la historia, no hubo nada igual.
¿Correr es más interesante que vivir?
Para mí, sí. Mire, ahora organizo carreras, llevo a más de 450 atletas, gimnasios, tengo una actividad enorme, mi teléfono no deja de sonar… pero yo prefiero correr, prefiero cuidarme, ir a un estadio, alzar la mirada y ver al público, viajar a Roma, a Bruselas y que los empleados de la organización vayan a recogerte al aeropuerto… No, eso el que lo ha vivido no lo cambia por nada, es lo más importante que hay en el mundo, se trata de mejorarse a uno mismo.
¿Y si le escuchan los intelectuales?
Cada uno defiende lo que ha vivido, sí, claro.
Siempre imaginé un día en la cabeza de Higuero como una olla a presión
Sí, puede ser. Pero ya no sólo es el atletismo, en estos dos últimos años en el mundo laboral ha sido igual. He pasado horas metido en despachos de Ayuntamientos, de alcaldes, de empresarios. He visto como funciona el mundo de la empresa. He conocido tanta gente y he descubierto que en cualquier parte uno puede encontrar su lugar.
Sí, bueno saberlo
Yo he estado en sitios en los que no sabía que podía estar; yo, que venía de Aranda, de pescar cangrejos…, todavía recuerdo ese día cuando presentamos el proyecto en Telefónica (Movistar) y vi como el jefe se repartía el trabajo con seis secretarias, ¡seis!, en aquel edificio que parecía de ciencia ficción, aquella seguridad que había a la entrada, aquellos ascensores…, y, sin embargo, ahí estaba yo defendiendo mi proyecto.
¿Y cómo se defiende uno fuera de la pista?
Al final, todo es un reflejo de la disciplina que aprendí en el atletismo: yo no perdonaba una siesta, un masaje, un baño de agua helada para recuperar las piernas en invierno. Si entonces fui capaz de tener esa disciplina, ¿por qué no voy a tenerla ahora en el mundo laboral? En la última carrera que he organizado he tenido hasta 56 patrocinadores y eso es mucho trabajo, son muchas horas de reuniones en las que tienes que estar, te apetezca o no.
¿Y cómo se puede preparar así unos JJOO?
Se puede. La diferencia es que ahora he renunciado a la palabra fracaso, ya no me interesa, ya no la hago caso. Si voy a Río será maravilloso y prometo que me voy a matar por lograrlo. No quiero arrepentirme nunca de no haberlo intentado. Pero si no voy ya no me parecerá que se acaba el mundo como cuando vivía sólo para esto.
¿Y le da tiempo para dormir?
Sí, y a descansar y a hacer entrenamientos que no sabía si ya era capaz de hacerlos, pero resulta que los estoy haciendo. He estado dos años parado, alejado del atletismo, había ganado 3,5 kilos y, de repente, ver que ahora tengo una mínima posibilidad de ir a Río, a los Juegos de Río.
¿Tiene sentido perder?
Siempre. Cuánto menos se pierda, mejor. Pero, al final, yo he ganado más de lo que he perdido. Quizá por eso no me asustan las derrotas. Es más, tengo grabadas todas las carreras en las que he participado y las únicas que vuelto a ver son las que perdí, porque me ayudan a recordar que hice mal o que puede hacer mejor, la derrota es muy interesante.
¿Podría haber protagonizado usted ‘El Quijote’?
No le diría que no. He cruzado tantas generaciones… He pasado 16 años en la residencia Blume en una habitación. Vine de Aranda de pescar cangrejos, acostumbrado a unos hábitos que no eran los del atleta de elite y, sin embargo, hoy no sólo tengo una biografía de atleta. He conocido a muchísima gente, y eso también es vida.
“No se trata de ser famoso, sino de ser responsable”, Paul Newman
Al final, la responsabilidad lo es todo, sí, y yo no quiero vivir sin ella, no me gusta vivir sin jugarme la vida.
¿Por qué después de tanto tiempo?
Porque somos así, porque vuelvo al pasado y me puede la nostalgia. Pero, sobre todo, porque al final lo que me gusta es correr, que mi nombre vuelva a los periódicos o que mis hermanos, que me siguieron por todo el mundo, desde los Juegos de Sidney, se ilusionen conmigo. No me da vergüenza intentarlo. Necesito intentarlo.
¿No estaba usted ya en edad de olvidar?
Sí, sí, estuve a punto, a los 37 años, dos temporadas fuera, recauda en el tendón de Aquiles, pero si mi padre, que fue camionero, si mi hermano, que es fontanero o el mayor que trabaja en la banca, no se dejan vencer nunca ¿por qué voy a hacerlo yo? No puedo y créame hay posibilidades.
Yo siempre creí a Higuero
Vi el Mundial de Pekín por televisión y no tuve ninguna duda. Si realmente esta va a ser mi última oportunidad tengo que utilizarla y la estoy utilizando sin miedo al fracaso, ya habrá tiempo para jubilarse.
A los 40 años, Kim Collins corre los 60 metros en 6.53, a seis centésimas de su mejor marca
No hay fracaso, ya le he dicho que renuncio a esa palabra. Mientras dependa de mí, no quiero ni escucharla. Prefiero a la motivación y a mi entorno, sin ir más lejos mi sobrina, la mayor. Cada vez que corro coge el teléfono, no hay sitio al que no venga a verme y cada vez que la escucho decir, ‘vamos, tío’, lo lamento, pero eso no sé como explicarlo… Tengo tanto que agradecer a mi entorno…